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¿Por qué no había nadie cuando vine?
    ¿Por qué nadie respondió cuando llamé?
¿Tan corta es mi mano que no puede rescatar?
    ¿Me falta acaso fuerza para liberarlos?
Yo seco el mar con una simple reprensión,
    y convierto los ríos en desierto;
por falta de agua, sus peces se pudren
    y se mueren de sed.
A los cielos los revisto de tinieblas
    y los cubro de ceniza».

El Señor omnipotente me ha concedido
    tener una lengua instruida,
    para sostener con mi palabra al fatigado.
Todas las mañanas me despierta,
    y también me despierta el oído,
    para que escuche como los discípulos.

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